Macron declara el catolicismo religión oficial: Francia arde y el Papa León XIV entona la Marsellesa

"Mes chers compatriotes," declaró Macron desde el Palacio del Elíseo, luciendo una sotana diseñada por Dior y un báculo presidencial bendecido personalmente por el Papa León XIV, "ha llegado el momento de reconocer que la verdadera grandeur de Francia reside en el Sagrado Corazón de Jesús."

La medida, que incluye la obligatoriedad de la misa dominical y la sustitución del himno nacional por cantos gregorianos, provocó una inmediata reacción popular. Miles de manifestantes, armados con baguettes endurecidas y quesos Camembert particularmente maduros, tomaron la Bastilla por decimoctava vez este año.

"¡Esto es peor que cuando prohibieron el foie gras los domingos!" gritaba Marie-Claire Dubois, de 73 años, mientras lanzaba croissants rancios contra las nuevas estatuas de santos que ya adornan los Campos Elíseos. "¡Mi bisabuelo no guillotinó aristócratas para esto!"

En un intento desesperado de mediación, el Papa León XIV llegó a París en el papamóvil blindado, deteniéndose frente a la multitud enfurecida. En un gesto sin precedentes, Su Santidad tomó un megáfono y comenzó a cantar la Marsellesa con un marcado acento que delataba sus orígenes misteriosos:

"Allons enfants de la Patrie... ¡Mon Dieu, qué letra más revolucionaria!" exclamó el Pontífice, mientras su mitra se tambaleaba peligrosamente. "¿No podemos cambiarla por algo más... papal?"

Brigitte Macron, ahora oficialmente rebautizada como "Primera Dama y Madre Superiora de la República Teocrática", anunció que todas las escuelas públicas serán convertidas en conventos y que el latín reemplazará al inglés como segunda lengua obligatoria.

Los efectos de la nueva política ya se sienten en todo el país. Los cafés parisinos ahora sirven vino consagrado con los croissants matutinos, mientras que el Louvre ha reemplazado la Mona Lisa con una imagen de la Virgen de Lourdes que, según testigos, guiña el ojo cada vez que alguien blasfema.

El Papa León XIV, conocido por su juventud relativa y sus controversiales tweets en latín, intentó calmar los ánimos prometiendo "indulgencias plenarias para todos los que dejen de protestar" y sugiriendo que la Torre Eiffel podría convertirse en "el campanario más alto del mundo."

Jean-Paul Sartre resucitó brevemente solo para declarar que "el infierno son los otros... especialmente cuando te obligan a ir a misa", antes de volver a fallecer de indignación existencial.

Mientras tanto, Marine Le Pen, en un giro inesperado, se declaró atea militante y líder de la nueva "Resistencia Laica", prometiendo establecer un gobierno en el exilio en el Casino de Montecarlo, "donde al menos los pecados son honestos".

La Unión Europea observa con preocupación, mientras Alemania considera construir un muro en la frontera "por si el catolicismo obligatorio es contagioso", según fuentes cercanas a Berlín.

Al cierre de esta edición, Macron fue visto en Notre-Dame (milagrosamente reconstruida en una noche por "intervención divina") declarando que el próximo paso será reemplazar el euro por "denarios benditos" y que todos los ciudadanos deberán peregrinar a Lourdes al menos una vez al año o perder su ciudadanía.

León XIV, por su parte, anunció la creación de una nueva orden religiosa: "Los Hermanos de la Baguette Sagrada", dedicados a bendecir todo el pan francés antes de su consumo.

El caos continúa mientras escribimos estas líneas. Los últimos reportes indican que un grupo de filósofos existencialistas ha ocupado la Torre Eiffel, amenazando con transformarla en un gigantesco símbolo ateo si no se restaura inmediatamente la laicidad.

Francia, la nación que dio al mundo la Ilustración, los derechos del hombre y el concepto de república laica, parece haber decidido que 2025 es el año perfecto para un viaje al pasado medieval.

Solo el tiempo dirá si esta "Santa Revolución Francesa" perdurará o si los ciudadanos lograrán restaurar los valores republicanos, preferiblemente sin necesidad de guillotinas esta vez.

Nota del editor: Este artículo es una obra de sátira. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia y probablemente señal de que vivimos en tiempos muy extraños.